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El precio de la Libertad

  • Foto del escritor: Ana G.E.Robles
    Ana G.E.Robles
  • 2 ene 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 21 ene 2019



¿Cuántas veces habéis sentido esa sensación de plenitud cuándo habéis sido libres? ¿Cuántas veces habéis podido desplegar vuestras alas y sentir que el mundo fluía y vosotros con él?


La Libertad pienso que no es que sea un derecho sino una obligación. No sólo tenerla sino también regalarla a los demás.

¿Cuántas veces habéis sentido vuestras alas cortadas? Yo muchas veces. Hay personas a nuestro alrededor que nos las cortan sin darse cuenta. Que hacen daño sin querer hacerlo. Pero lo hacen.

Desde el primer momento en el que quieres cambiar al otro, en el que le dices cómo debe vivir y hacer las cosas, en el que le intentas manejar o manipular o le haces ver que no sabe tanto como tú, le cohíbes. Le haces querer irse. Le haces bajar su autoestima.

También en el momento en el que antepones tu criterio al suyo....


En el momento en el que haces al otro tan tuyo que te olvidas de su propia individualidad.


Personalmente he roto amistades y vínculos sin temblarme el pulso, por esto mismo.

La Libertad en la vida es lo que da el verdadero oxígeno para respirar y caminar por ella. Cuando no se tiene o permites o le das más poder al otro del que tienes tú, tienes que aprender a cerrar puertas y ciclos. No te lleva a nada positivo. Aunque nos pese más el corazón que la cabeza. Hay que saber hasta qué punto está tu límite y hasta dónde vas a ser capaz de aguantar. Y cuando no aguantas, quedarse es tontería.


Cuántas personas nos cruzamos que intentan controlar. Que intentan que vivamos una vida que no es la nuestra por el mero hecho de ellos quedarse tranquilos. Dirán que lo hacen porque se preocupan por ti o porque te quieren mucho. Pero esto no es así. En el fondo, lo que demuestran es que SE QUIEREN mucho a sí mismos. No a ti. Porque en la medida en la que te controlan, ellos están tranquilos y dejan de sufrir.


Hay personas que proyectan en otros sus carencias emocionales y afectivas. Carencias que intentan suplir a partir del control que generan sobre ti.


¿Sabes el gran daño que puede hacer no dejar libre al otro? ¿Sabes el gran daño que haces cuándo controlas o dices cómo tiene que ser o lo que tienen que hacer las personas que te rodean?

¿Qué ocurre cuándo tenemos expectativas tan altas en los otros y exigimos más y más de ellos?


Que se marchan. Se van. Porque no aguantan más.

Nadie exigente es agradable. Nadie que nos exija ser quiénes no somos, merece nuestra compañía ni alimentarse de nuestra libertad. Porque cada uno ES en sí mismo. Si fuésemos todos iguales sería muy aburrido caminar por el mundo. No aprenderíamos. Pienso que para eso están las diferencias. Para aprehender a aprender. No para modificar al otro. Porque eso es lo fácil.

Es seguir en bucle en la zona de confort.


Nadie tiene ni debería tener más poder que el que cada uno tiene en sí mismo. Pero los enganches, los cariños y en definitiva, querer al otro, te hace anhelar más y más de él de forma inconsciente. Tu mente imagina y recrea una imagen que a veces no tiene por qué corresponderse con la realidad. Y te decepcionas. Y buscas que el otro haga lo que tú quieres... ¿Y sabes qué ocurre cuándo pasa esto? que el otro no lo soporta. Acaba cerrando la puerta y haciéndote saber que se ha marchado, no porque no te quiera, sino porque tú mismo has hecho que se vaya, a partir de tu control y tu necesidad de convertirle en alguien que no es.


¿Os habéis cruzado con personas así? Yo sí. Cada día, unas cuantas veces. Y es tan molesto... Tan molesto... Que no sé siquiera describir lo que se siente cuando te ves abocado al otro. Cuando no te sientes libre. Es como una opresión en la zona del plexo solar increíble.


No tiene por qué ser sólo una pareja, sino también amistades o familiares. Hay amistades muy absorbentes que buscan que tu mundo sólo sean ellos. Que giran la cara cuando hablas de otras personas a las que quieres. Que se molestan de tus logros cuando te elogia alguien externo y no es él el que te hizo sentir bien.

Hay personas que se enganchan por sus meras carencias. Carencias que ellos mismos no se ven, claro. Sólo se percatarán de los defectos que tienes tú no de los suyos. Te dirán que ya han sufrido lo suficiente como para que los señales. No evolucionan. No aprenden. Pero te seguirán señalando hasta que llegue un momento en el que ya no puedan hacerlo... Porque ya no estarás delante de ellos nunca más.


"Que sólo vean errores en ti, es muy cansado. Agota hasta el más apasionado de los amores y mata el más desaforado de los cariños. Se convierte en una ternura enferma que acaba resquebrajándose" (Ana Gutiérrez).

No le obligues a nadie a ser quién no es. No le digas lo que tiene que hacer. No dirijas su vida. Dirige la tuya y cobija en la suya. Sé un acompañante en el recorrido, no el capitán del barco. Porque cada uno conduce su velero de la mejor manera en la que el temporal permite que lo haga (Ana)

Ana G.E.Robles ©

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