Una de las cosas que mora con mayor fuerza por el mundo y que al final todo lo asola, es el Miedo. El miedo intenso, el de verdad, el que paraliza los cuerpos y oscurece a las almas.
El Miedo es una emoción provocada por la amígdala cerebral encargada de generar sensaciones momentáneas: calor, sudoración, parálisis del cuerpo, palpìtaciones fuertes, sensación de ansiedad intensa y similares. ¿Por qué sentimos esto? Porque con ello nuestro sistema psicológico nos está diciendo que hemos de ponernos a salvo ante una situación. A través del aumento del flujo sanguíneo, nos preparamos para la evitación o el ataque en función de cómo sean nuestras personalidades. Si obtenemos seguridad a través de la huida, optaremos por huir. Si nos sentimos seguros contra-atacando, todo nuestro sistema de respuesta será orientado al ataque.
Pero voy a algo mucho más allá del mero miedo fisiológico...
En consulta, son miles las personas que temen. Pero no sólo de la vida sino a ellos mismos. Hoy voy a hablar de un miedo interno, ese que pocas veces estudiamos en los libros y que sí experimentamos a lo largo de nuestra vida. El MIEDO A SER NOSOTROS MISMOS. El miedo a nosotros más que a cualquier otra cosa.
Vivimos protegiéndonos con muchas máscaras, con miles de corazas para que nadie conozca nuestro interior, nuestra vulnerabilidad y nuestra identidad.
El problema es que dada la sociedad estereotipada en la que vivimos, nos han enseñado unas etiquetas y unos cánones que todos hemos de cumplir porque si no, ser el raro es sinónimo de ser el excluido. Y no hay mayor miedo que tenga el ser humano que sentirse arrinconado por nuestra propia especie debido a la identidad genética de ser "seres sociales". Siempre debemos pertenecer a un grupo. Hasta los animales deben. Por ello, el hecho de sentirnos excluidos nos hace adoptar perfiles y características que no nos definen pero sin las que pensamos (no que sea lo real), que no nos aceptarán. Y por ese motivo, escondemos nuestra sensibilidad, lo que hemos sido siempre. Escondemos al verdadero yo y sólo alimentamos al impuesto.
Pero... ¿y si te dijera que hay personas que pueden verte? Que incluso saben sin saberlo hasta lo que no le muestras a nadie. Tus mayores sombras. Pero también tus mayores luces. Una vez que las reconoces y te reconcilias con ellas, todas las máscaras se desvanecen. Porque no habrá nada de lo que tengas que protegerte.
Esto mismo ocurre con las personas que pueden percibir tus mayores miedos y sentarse a tu lado para que no temas. Saber, incluso a distancia, qué miedos tienes y cómo pueden facilitártelo para que dejes atrás tu temor. Es como si la vida de pronto susurrase que alguien tiene miedo y se supiera qué tecla hay que tocar en ese instante para que no teman más.
Hay muchas clases de miedo y muchos tipos. Por ejemplo, uno de los más comunes es el miedo a la pérdida. Pero no sólo del otro sino también de nosotros mismos. Perder a uno mismo quizá sea una de las mayores pérdidas porque cuando nos perdemos vemos un gran trayecto de vuelta que no sabemos si tendrá regreso. Es como un túnel largo donde no hay luz por ningún lado. Pero no vemos muchas veces que es la propia sociedad la que nos hace sentir miedo sin ser real. Que es el canon de ser "perfecto" o de ser "bueno" lo que nos hace adoptar conductas que, en muchas ocasiones, no queremos adoptar.
Esto hace que en el día a día no podamos ser nosotros. Tengamos que ocultar nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestra ESENCIA.
Cada día en consulta, entre mis amigos, entre adultos, encuentro personas con tantos miedos como estrellas tiene el cielo. Encuentro caretas y máscaras que ocultan el mejor de los océanos. También encuentro numerosas máscaras que me hablan de una cosa cuando el interior está gritando otra. Encuentro innumerables "quedabien" por el miedo a ser auténtico. Por el miedo a perder vínculos que ya no tienen ninguna función más que realizar.
También encuentro personas que se auto-sabotean sus méritos, sus logros y en definitiva la Luz que tienen por el miedo que les da ser ellos mismos. Por el miedo que les da realmente ser "reconocidos" por si en algún momento les reprenden y vuelven a sufrir, sin saber que la clave para el reconocimiento no está en nadie externo sino en uno mismo.
Encuentro personas con miedo a ser rechazadas, con miedo a perder afectos, personas y cariño. Miedo a la sustitución, miedo al abandono, al despojo, a no tener éxito, al fracaso.
También veo personas enjauladas en su propio miedo al miedo. En sus propias traducciones mentales imaginando sucesos que nunca han ocurrido, que nunca ocurrirán y que ni siquiera son fruto de nada real. Pero el miedo es, en ocasiones, como un instructor que guía el camino.
Personas que le temen al hecho de emocionarse por si los demás piensan que son débiles. Personas que temen a la vida entera, a cada paso, a los peligros que ellos mismos crean en su cabeza. Personas, en definitiva, con miedo a ser quiénes, en ESENCIA, están destinados a ser.
El éxito, el reconocimiento, la compañía, el cariño son cosas efímeras pero que no vienen de fuera vienen de dentro. Una vez reconoces que tú eres el mayor proveedor de tus propios éxitos, lo que te rodea es un viajero que recorre contigo tu viaje.
Pero hay personas que siempre, sin saber por qué, eso que no muestras o que no dices, eso que callas, eso que te da miedo mostrar, eso que te bloquea o que te paraliza, te lo muestran delante de ti para que puedas avanzar. Que en la quietud de su silencio lo saben y en la longitud de la distancia demuestran que lo saben. Y no sólo te harán ver que lo saben, sino que te harán SENTIR que, pese a saber tus sombras, no pasa nada. ¿Quién es perfecto? ¿Quién tiene sólo luces? ¿Quién tiene la absoluta potestad para decir quién es bueno o quién es malo?
Siempre habrá alguien capaz de ponerse en ti. En tu lugar y no ser capaz de juzgar las batallas que capeaste sino que potencie en ti las que ganaste y te invite a ver que, igual que en un pasado lo hiciste, ahora también puedes. Siempre habrá alguien que a través de pequeños gestos o pequeñas escuchas, te haga entender que el miedo es mucho más sencillo de llevar si lo lanzas hacia lo alto y lo conviertes en sueños.
El proceso de convertir los miedos en sueños cuesta... Cuesta muchísimo. Pero será más fácil siempre y cuando sepas que los miedos no son más que traducciones erróneas de la mente. Aquel que te quiere de verdad, hasta los meros defectos, son dignos de ser aceptados y queridos. Porque forman parte de ti. Son tuyos. Las luces es fácil quererlas... Las sombras son una prueba para ver si realmente, aceptamos al otro y le dejamos desprovisto de sus miedos.
Ana G.E. Robles ©
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