Caminamos por la vida con la necesidad de ser escuchados, atendidos, amados. Quizá siempre haciendo uso del pronombre "yo" en lugar del "todos". Es cierto que, tal y conforme se promulgan o están promulgados los valores hoy en día, a veces se hace más accesible volvernos egoístas e incluso, dan ganas de serlo. Pero me planteo algo: si lo que ves es egoísmo ¿por qué has de hacer tú lo mismo?
Una vez leí que para que el mundo cambie, este no cambia con las opiniones o con las quejas sino con las acciones. Y hoy en día, me parece que estamos a faltos de algo que es muy importante para que todo funcione: "la Empatía".
La Empatía desde la Psicología, es la capacidad para poder comprender a los demás con intención y con una serie de habilidades como son: la escucha activa, la comprensión, el sosiego,o la estabilidad emocional, entre otras. Pero hoy voy a abordarlo un poquito más allá.
La Empatía, en toda su dimensión, es poder SENTIR en ti al otro. Es mirar sus ojos y entender los vendavales que capeó sin entender por qué lo puedes comprender. Simplemente, se siente. Se nota. Se ve. Es poder hablar con quién tengas enfrente de ti y ver su brillo en la mirada cuando te habla de logros o recuerdos, o por el contrario, de sucesos que dejaron una huella en ellos.
Es poder sentarte a su lado disfrutando de poder hacerlo, y entender, como si fueses tú mismo, las vivencias, el dolor o la alegría. Es notar en ti sus emociones como si fueran las tuyas propias y no cansarte de hacerlo. Es como si pudieras sentir en ti la vulnerabilidad del otro. Como si pudieras ver su alma, lo que lleva dentro, lo que guarda. Como si sin querer pudieras tocarlo y tuvieras la tarea de cuidarlo como si en ese momento tuvieras ante ti la rosa del Principito. Porque la vulnerabilidad del ser humano, es parecida a una rosa: sumamente delicada. Pero también tiene sus espinas. Y generalmente, cuando mostramos nuestra vulnerabilidad, quiénes en realidad nos herimos somos nosotros mismos. Y desarrollamos espinas que pincharán a los demás sin darnos cuenta de que, quiénes más daño nos hacemos, somos nosotros a nosotros mismos.
Quizá la Empatía se trate de intentar conectar con el otro, recordando que ambos sois procedentes del mismo lugar.
Es una forma en la que quedan atrás ideas, egos, etiquetas, lo que es o no es correcto, lo que la mente considera cierto o no. Es simplemente fluir. Dejarse llevar por aquello que nos une a todos en realidad. Es una forma de acallar la mente para conectar con aquello que fuimos y que siempre hemos sido. Una forma de conectar con aquello que mueve la vida pero invisible para los ojos "terrenales".
Siempre he pensado que la Empatía es otra forma de demostrar Amor. Pero amor del sano, del reconfortante, del verdadero, del que acalora, del que refugia, del que serena y cobija el espíritu. Del que no hace falta hablar o demostrar, sino del que realmente llena a través del silencio cuando las almas se conectan, se encuentran, se reconocen y la una se refugia en el alma de la otra. Cuando, de alguna manera, metafóricamente se convierten en un fruto a través del que, primero, hubo una semilla que germinó a través de la escucha activa, la comprensión, el entendimiento, el respeto, la libertad, el reconocimiento y el cariño sincero.
Todo lo que hagamos con cariño y con ternura, siempre, tendrá sus frutos. Todo lo que se hace con la intención de verlo prosperar y hacerlo crecer, crece.
Y eso es lo que ocurre con la Empatía. A través de ella, las personas crecemos, nos construimos, vemos por dónde caminamos y podemos comprender no sólo al otro sino también la vida. Porque a través de los ojos de los demás, en realidad, estamos viendo otras formas en las que ésta se manifiesta. A través de los demás, conocemos partes de vida que nosotros no conocemos y que no vivimos nunca. Y con ello, podemos estar con presencia plena.
Pocas cosas me gustan tanto como la Empatía. Es una bendición poder ser partícipe de ver el brillo en los ojos de los demás tanto para las buenas cosas como para las menos buenas. Siempre he creído que la mirada es la ventana del alma. Y qué ironía tiene la vida cuando los ojos son el medio por el que podemos ver todo lo material, sin percatarnos de que es sin ellos por los que se asoma lo más grande que tenemos, lo más importante que llevamos.
Hace unos días leí esta frase: "no somos un cuerpo portando un alma, sino un alma que camina para poder ver y ser vista a través de nuestro cuerpo".
Lo que somos de verdad está mucho más allá de lo que podemos físicamente ver. Se esconde detrás de nuestros ojos, en algún lugar del color de nuestros iris. Y cuando nos conectamos con los demás, podemos hacer algo mucho mejor que verlo: sentirlo.
Ana G.E. Robles ©
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