top of page

Poniendo freno a vínculos tóxicos: "Soy como quiero ser"| Holismo Terapéutico

  • Foto del escritor: Ana G.E.Robles
    Ana G.E.Robles
  • 29 may 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 18 feb 2021



¿Cuántas veces nos vemos abocados a hacer multitud de cosas que no queremos, a adoptar personalidades que no nos definen y a aceptar cosas que, en algunas ocasiones (o en todas) no habríamos aceptado nunca porque no conviven con nuestra personalidad?


Que se produzca esto o que nos veamos haciendo cosas que no queremos viene determinado por el llamado "apego inseguro". El apego inseguro es aquel que surge cuando intentamos mantener una relación sana con los demás y el vínculo que se acaba creando no se sostiene en pilares sólidos de confianza, sino que se construye en pilares insanos, tóxicos donde siempre hay uno que demanda y otro que da.


A veces llega un punto en la vida en el que al valorar lo que hemos hecho, lo que hemos vivido e incluso lo que hemos sentido, nos damos cuenta de que en algunas ocasiones es como si hubiéramos vivido vidas que no nos pertenecían. Como si hubiésemos vivido a merced de lo que el otro o los otros han querido o han creído que sería lo mejor para nosotros, cuando en realidad era lo mejor para ellos mientras nosotros mismos nos dejábamos de lado.


Hemos escuchado opiniones de amigos, de la pareja, de la familia, de conocidos, de compañeros... Pero, ¿en qué lugar nos hemos dejado a nosotros? ¿Cuándo escuchamos lo que decía nuestro interior sin pensar en lo que nos dijeran los demás?¿Quién se dio cuenta de la ilusión que teníamos al comenzar ese nuevo proyecto o alcanzar esa meta? ¿Quién entendió en realidad nuestro sueño y el brillo en la mirada cuándo pensamos en lo que queríamos lograr?


La respuesta es sencilla: Nosotros mismos.


¿Cuántas veces dejamos de ser felices nosotros por hacer felices a quiénes están o estuvieron a nuestro lado?

Pero... ¿por qué? ¿por qué lo hicimos? ¿por qué lo hacemos ¿para qué?


En muchas ocasiones, porque falsamente creemos que así queremos más. Y no nos damos cuenta que estamos retroalimentando un vínculo donde los que ganan y reciben, siempre creerán que ganan poco para sus demandas. Pero otros, los que más dan, pierden mucho.



Generalmente, cuando uno se da cuenta que no ha hecho aquello que quiso hacer y lo que realmente le hacía feliz por lo que le dijeron, por lealtad, por creer que no sabía hacerlo, por hacer caso al que le hizo creer que sí sabía lo que convenía, por pensar que mostraba cariño, afecto o amor al otro haciéndole caso, es muy triste además de tarde.


De alguna manera, nos podemos llegar incluso a sentir mal al hacer lo que realmente queremos porque creemos que de esa manera, daremos de lado a los sueños de los demás. Así nos lo trasladarán también. Y la culpa hará su entrada triunfal. Y cederemos.


Hacemos muchas veces caso al exterior sin ver que el primer creador de sueños, en realidad es uno mismo. Sin ver que el otro se refugió en sus auto-carencias sin tener en cuenta nuestros sueños. (Sin maldad o en ocasiones con ella). Pero simplemente tú no exististe o no existes a ese nivel. Exististe para suplir. Para dar y dar y dar y dar y nunca acabar de dar. Como si esa fuese una obligación en lugar de un servicio incondicional. Como si no dar o no priorizar los sueños del otro fuese un seguro para que el vínculo entre tú y el otro dejase de estar en paz. Algo que los que buscan paz, temen. Y por ello, ceden una y otra vez.

Pero esto no sólo lo realiza mal el que pide sino también el que da sin medida y no pone un límite. El que piensa que cuanto más de, será señal de acabar con las demandas sin darse cuenta de que solo las está retroalimentando.



Imposición de límites

A veces, encontramos personas que le temen a la vida y viven como sentenciando u obligando a los demás a hacer cosas porque dependen de su locus de control para ellos estar tranquilos. Esto es muy peligroso porque en función de ese umbral, nos podemos convertir en "cortadores de alas y sueños" o bien en "obecedores y dejar nuestros sueños de lado". Algo que se convierte en una relación tóxica de primera mano, y nunca tiene fin hasta que no se pone un límite severo.


Nuestros miedos nos llevan a querer controlar casi todo -o todo-, sin darnos cuenta de que nuestro sufrimiento o nuestro miedo, no le pertenece al de enfrente. Nos pertenece a nosotros y hemos de saber dónde colocarlo y cómo gestionarlo. Verterlos en el otro no es nunca una buena opción porque cada uno llevamos nuestros pesos a cuestas. Nuestras mochilas. A veces más o menos cargadas. Pero también las llevamos a cuestas. Si apoyamos todo nuestro peso en el otro, definitivamente se caerá. Colapsará. Y no podrá seguir avanzando ni recorriendo su camino.




Cuando vertemos nuestra preocupación excesiva, nuestras exigencias o nuestro control hacia el otro y hacemos que el otro sienta los contras y los pesos en lugar de los pros y las alas, hacemos que se sienta obligado a hacer cosas que no quiere.

Coartamos su libertad.



Coartamos su camino poniéndonos nosotros de piedra.


Sin querer, modelamos a quiénes tenemos enfrente a nuestra imagen y semejanza para nosotros estar tranquilos, de alguna manera. Para que nuestro locus de control no se vea alterado y todo esté bajo nuestro yugo. Y aquí juegan varios componentes: el apego insano, el miedo a ser rechazados, el miedo a perder, las carencias afectivas, la falta de autoestima, los controles o las exigencias que nos ponemos para con nosotros, y una necesidad tremenda de afecto, cariño, y fundamentalmente amor.


Hay personas que necesitan controlar todo a su paso. Que necesitan sentirse importantes o simplemente, manejar al otro -la gran manipulación emocional o el chantaje- por miedo a perder a quiénes aman. Por miedo e inseguridad a no ser amados por quiénes ellos aman. Todo siempre por miedo... Y generalmente, por el miedo a perder cuando nada ni nadie es de nadie. Es un acompañamiento, un estar, un camino. Pero nunca una pertenencia.


Darnos cuenta que hemos caído en un vínculo tóxico no es fácil. Pero una vez lo hemos visto, sabemos qué podemos hacer y cómo combatirlo. Generalmente, hemos de alejarnos. Aunque cueste, aunque no queramos, aunque nos duela hacerlo. Aunque amemos. Nuestra libertad no debe verse dañada por nada ni nadie porque el amor no sólo es cantidad. Para que funcione se requiere calidad.


" Nosotros somos lo único seguro que tenemos. Nuestra esencia es imperpetuable. Nuestra libertad incoartable. No hay ningún vínculo capaz de romper nuestras alas ni nuestros sueños, mientras el primer vínculo de amor y respeto sea con nosotros mismos. Mientras nos mantengamos fieles y leales a nuestro plan y a nuestra alma, nunca nos perderemos y siempre encontraremos el camino de regreso a casa" - que no es otro regreso que el de estar en Paz con nosotros mismos-(Ana Gutiérrez)


Ana G.E. Robles ©



Comments


Original.png

© Ana Gutiérrez Expósito Robles, 2019            Todos los Derechos Reservados        Powered by Ana G.E. Robles         Política de Privacidad       Política de Cookies        Aviso Legal

 

 

Madrid

 

bottom of page