Nadie olvida nunca cómo le hacemos sentir
- Ana G.E.Robles
- 5 ene 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 10 ene 2019
Recuerdo hace unos cuantos años, cuando alguien muy especial me dijo una serie de palabras que aún tengo grabadas a fuego, como si nunca hubiese pasado el tiempo. Esa persona ya no está viva, pero lo que le hacía tan increíble no era su físico, ni lo que me decía... Sino las caricias para el alma que suponían sus palabras, sus actos y sus gestos.
De él, aprendí no sólo a tocar el corazón sino a acariciar el espíritu aunque a veces no tenga ganas. La satisfacción de ver una sonrisa en el otro, a veces es superior al cansancio que podamos llevar encima.
Hoy en día vivimos en un mundo en el que parece que sonreír a las personas que no conocemos, cuesta. Que ayudar al que lo necesita está de más porque eso implica mostrar nuestra vulnerabilidad. Que los detalles, los valores, los gestos de cariño y de afecto, se han perdido. Aunque todos buscamos encontrarlos allá donde vamos...
Si algo aprendí siendo muy pequeña, es que no importa que no se conozca al otro. Una sonrisa nunca está de más. Un "buenos días" o un "adiós" entre sonrisas siempre será mejor recibida que una mueca sin gracia.
¿Por qué no sonreír? Es una manera de demostrar afecto sano. Afecto con distancia. Pero afecto.
También aprendí que no importa quién llegue antes a la meta, porque lo importante es disfrutar del trayecto. Si alguien se cae, ¿por qué no ayudar a que se pueda levantar? ¿por qué no dar tu mano? ¿Acaso temes que pueda superarte? ¿Y qué más da si te supera? Sólo tú permites que el otro te supere. La superación no es más que ponerse metas y retos personales, alcanzarlos e ir a por más. No consiste en competir contra nadie sino contra la debilidad que cada uno de nosotros, alberga.
Hay muchas cosas que producen satisfacción vital, pero una de las que más satisfecha me hace sentirme a mí, es ver una sonrisa sincera en el otro o una lágrima de emoción. De esas que sabes que han conseguido tocar el corazón. Porque eso significa que has llegado a mecer su alma. Y por ende, que ahora tienes un tesoro entre tus manos que necesita ser protegido, cuidado, valorado y resguardado. Tienes la fragilidad en la palma de tu mano. Con un mero soplido puede resquebrajarse... Pero si lo proteges bien y lo resguardas "del frío", conseguirás mantener su calor siempre.
Crearás una crisálida para que después salga esa bonita mariposa que surca el cielo libre y sana.

Aprendí a girar la cabeza y detenerme, cuando alguien esté en el suelo. Porque yo también me caí sin saber cómo me iba a levantar, mientras me quedé mirando a la oscuridad en dirección descendente, sin oportunidad de encontrar luz.
Aprendí a no necesitar un GRACIAS sino, simplemente, necesitar demostrar la gratitud hacia aquellas personas que la vida te regala como bálsamos y también como piedras (aunque en un primer momento, agradecer lo que duele, cuesta). Hoy en día parece que da vértigo agradecer. Pero creo que agradecer es necesario. Y me he dado cuenta de que sana a las personas. A veces se necesita saber que las cosas se hacen bien. Y... ¿por qué no decirlo cuándo así es? Puedes hacer tanto bien alrededor... Puedes generar tantas buenas emociones...
También me enseñaron la importancia de tener detalles como símbolo de que piensas en el otro. Que te acuerdas. Que lo tienes en cuenta.... Que siempre estás cerca.
Aunque también me contaron la importancia de querer bien al otro. De alegrarte con sus alegrías, de estar en sus momentos de debilidad y de no dejar que caiga. De sostenerlo aunque tú también estés cansado y dar un hálito de esperanza para seguir.
Me enseñaron muchas cosas... Pero si algo me ha enseñado la vida, es que la gente no olvida cómo hiciste que se sintiera. Nadie olvida cuando le tocan el corazón de verdad. Y qué orgullo da poder llegar sin trampas, sin malicias, sin interés, sin envidia, sin celos... Llegar porque quieres. Porque cura y sana. Llegar porque sabes que tal vez, en otro momento y en otro lugar, su corazón ya lo sostuviste entre tus manos.
Pero al igual que hay emociones y sentimientos positivos, tampoco se olvida lo negativo que podemos provocar en el otro. Como por ejemplo: dolor, ingratitud, decepción, engaño...
Desconozco muchas cosas pero lo que sé con confianza, es que lo material no importa. Lo meramente trivial se lo lleva el viento porque nadie recordará con exactitud cómo ocurrieron las cosas, cómo las dijiste o simplemente, qué no ocurrió. Sin embargo, nunca olvidará la huella que dejaste en su corazón.

Ana G.E. Robles ©
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