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ECM, cara a cara con la muerte (relato real)

  • Foto del escritor: Ana G.E.Robles
    Ana G.E.Robles
  • 23 sept 2018
  • 2 Min. de lectura

Hace unos meses, sin entender muy bien qué ocurría y sintiendo que no estaba o que cada vez iba estando menos, tuve una experiencia que nunca pensé que ocurriría.


Siendo consciente de dónde estaba, de pronto sentí una sensación de ligereza increíble, y al tiempo, vi una luz muy luminosa darme en la cara. Pero era una luz que no hacía daño sino que me atraía. Y cuánto más la miraba, más ganas tenía de ir.


Crucé ese umbral sin verme y sin saber lo que encontraría tras él. Sólo me sentía en paz. Tranquila. La mayor tranquilidad que he sentido nunca.


De pronto, vi un campo con colores entre dorados, naranjas y morados. Como un atardecer desde lo alto de una montaña. Y sin esperarlo, me reencontré con alguien a quién llevaba mucho tiempo queriendo ver.

No vi su cuerpo físico. Y creo que él tampoco podía ver el mío. Pero nos entendíamos.

Comprendía sus palabras y él comprendía las mías. Fue "hablar" sin pronunciar ni una palabra.

Fue como entenderse, literalmente, con el alma. Como en vida.


Aún recuerdo la conversación que tuvimos.... Cómo olvidarla.


Cuando estaba allí, no tenía peso. No me dolía el cuerpo. Veía sin gafas (y eso que estoy cegata). No sentía cansancio, ni malestar, ni tristeza, ni alegría... Estaba. Simplemente estaba.


A lo pronto, vi más luces rodearme. Sólo alcancé a ver luces grandes. Y en ese instante, ese alma que reconocí, rápidamente me dijo lo siguiente:

- "Ellos te protegen. Caminan contigo siempre. Estás despertando. Vives conectada a ellos y estás haciendo bien tu camino. Ya queda poco... Pero aún debes aprender lo esencial de nuevo. Retornar a la fuente. Sabes dónde está tu hogar y tienes que transmitirlo allí abajo. Eres elegida por Él. Aún no es tu momento".

Acto seguido, me dijo una palabra en un idioma que no sé reproducir pero que sí entendí ahí. Sólo recuerdo que era importante.


Y como si nada hubiera ocurrido, cuando alcancé a entender estas palabras, empecé a escuchar mi nombre.

- "Ana... Ana...Vamos, Ana"- decían los médicos con ímpetu.


Después de eso, como si me hubiesen dado un golpe enorme en la cabeza, desperté y vi al equipo médico rodeándome mientras me preguntaban si me encontraba bien.


No podía responder. Estaba muy aturdida.


- "¿Qué me había ocurrido? ¿Había sido un sueño lúcido? ¿Un desdoble?- me pregunté.


No sentía miedo, pero sí estaba confundida. Y cuando pude recobrar el sentido, me dijeron en la UCI que me había quedado 4 minutos sin responder. Que me había ido mientras estaba sedada.


Mi reacción inicial fue de sorpresa y de incredulidad porque fueron los cuatro minutos más largos... Pero los mejores de mi vida.


Ana G.E. Robles ©





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