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¿Cuándo y por qué alejarnos de algunos vínculos sociales?

  • Foto del escritor: Ana G.E.Robles
    Ana G.E.Robles
  • 28 abr 2019
  • 4 Min. de lectura


La vida está para ser vivida desde un prisma que nos satisfaga, que nos haga ser felices y encontrar nuestro lugar. Pero muchas veces, mantenemos vínculos en los que ni nosotros aportamos ni nos aportan a nosotros.


En las relaciones sociales hay un innumerable número de variables que hacen que estos vínculos, funcionen a las mil maravillas. Que hacen que cada momento, cada conversación, cada paso que se da y en definitiva, cada acompañamiento, sea único. Pero el problema es cuando lo que antes nos parecía único, nos parece una rutina. Y nos queremos ir.

Nos queremos ir cuando no queremos seguir manteniendo vínculos que ya no nos aportan, que ya sólo se mantienen por el tiempo, pero por nada más. Cariño por el mero hecho de habernos acompañado en muchos procesos, pero ya no como antes.


Cuando nos queremos ir de un lugar, hay que meditarlo mucho porque no sé en vuestros casos, pero en el mío, cuando decido irme, no hay vuelta atrás. Es un ahora o nunca.


Si de algo me he dado cuenta, es que no estamos obligados a quedarnos donde no somos felices, donde no sentimos ese halo de protección o donde, simplemente, la rutina, el no fluir y los quéhaceres, han minado el vínculo. Donde, de alguna manera, ya no hay una inter-relación, ya no hay un cuidarse mutuamente sino, simplemente y en algunos casos, mantenerse por el tiempo. Por el apego a esos recuerdos que nunca parecieran borrarse. Pero en algunos casos, sí, sí que se borran. La rutina los empaña.


"Si no cuidamos las relaciones que construimos, se irán volviendo un mero susurro del tiempo" (Ana Gutiérrez)

CUÁNDO & POR QUÉ ALEJARSE:

Hay personas que le temen a las pérdidas, que le temen a que las personas se vayan de su lado. Y eso es algo normal cuando no se vuelve excesivo (hay casos en los que nos encontramos ante una patología que limita las relaciones). Otras, cuando nos sentimos atadas, somos las que iniciamos los trámites para empezar nuestro vuelo (ojo también con esto de no llevarlo al extremo).


Las relaciones se basan o se sustentan, mejor dicho, bajo un clima de confianza, de protección, cobijo, desinterés, amor incondicional, lealtad y libertad. Este último, especialmente importante.



Cuando en nuestros vínculos no nos sentimos libres, y sí atadura, es cuando sabemos que hemos de irnos. Cuando sabemos que la relación no podrá ir a ningún lado.


En las relaciones, y sobre todo, amistades, debe haber siempre libertad de opinión, libertad de decisión, comprensión, entendimiento, empatía y cariño sincero.


No se puede obligar a nadie a pensar como nosotros queremos, ni llevarlos a nuestro terreno. Nadie te va a querer más o menos por pensar lo mismo que él/ella. No. Sino, precisamente, por sentir que respetas. Que estás. Que estás incondicional. No que le obligues a ser quién no es. No que viertas en él tus miedos, tus preocupaciones, tus miserias en una palabra. Cada uno somos diferentes, cada uno tenemos una perspectiva de la vida tan válida como la de nuestro vínculo. Sin embargo, cuando nos sentimos atados, hay sentimientos, pensamientos y vivencias, que poco a poco se van rompiendo. Que ya no están en nuestro corazón sino que se vuelven pesados para el recuerdo. Y ahí es donde hemos de decidir irnos. Alejarnos, si eso es lo que decidimos hacer.



Las personas que se apegan, y que además cumplen con según qué características de personalidad, patalearán, te harán sentir culpable, te reprocharán todo lo que hicieron por ti (doble moral, mucho cuidado con esto. Nosotros no les pedimos que hicieran nada, lo hicieron porque así lo sintieron. Ojo con esto, porque es un rasgo característico de perfil manipulador), hablarán mal de ti por detrás (porque será como una traición), te falsearán, difamarán y ahí te darás cuenta del tipo de amigo que tenías y lo bien que hiciste al irte.


Incluso te dirán que no sienten pena. Que ellos no sienten nada y que el que más pierdes, eres tú. (Cuando hagan tanto hincapié con esto, ni caso. Porque, precisamente, están mostrando su vulnerabilidad y su fragilidad, así como sus carencias, vacíos y susceptibilidades y su enfado porque, sí, les afecta. Pero es mejor ir de "a mí no me duele nada". Los psicólogos esto nos lo tenemos ya muy visto).


No son capaces de entender que los vínculos no son de uno, sino de dos. No se harán cargo de los comportamientos que hicieron que el otro se marchara, y siempre tenderán a echar balones fuera. Y así vivirán toda la vida. Acumulando vínculos sin sentirlos, sin sentirse realmente en nadie y con nadie, y necesitando agarrarse a los demás porque es lo que han aprendido, a convivir bajo un clima de apego inseguro.


En las relaciones hace falta una pizquita de apego. Pero apego sano, que es lo que nos hace vincularnos, de alguna manera. Al igual que los lazos energéticos (pero ese es otro tema que aquí no es menester tratar).


Nosotros como si nada, a seguir nuestros dictados, nuestras misiones, nuestros rumbos e ilusiones. Es muy angustioso tener que permanecer en un lugar en el que no queremos.

Antes de nada, nadie, está nuestro amor propio.

Ana G.E. Robles ©

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