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Con el Duelo aflora nuestra fuerza interior

  • Foto del escritor: Ana G.E.Robles
    Ana G.E.Robles
  • 26 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

Hace unos días me pedíais que escribiera sobre el Duelo. Pero hay tantos artículos y libros sobre ello que no sabía qué podía aportar diferente...

Desde la Psicología, se han escrito múltiples libros con sus fases y sentido. Uno de los libros que más claramente explica todas las emociones que se desatan, es el de la gran Elisabeth Kübler Ross: "La Muerte, un Amanecer". Es uno de los libros más leídos sobre este tema y que más parece ajustarse a la realidad de lo que ocurre ante un duelo.


Aunque, pensándolo, sin aplicar tantos conocimientos de Psicología y sí con los de la misma vida, creo que también puedo aportar mi granito de arena.


¿Qué es el Duelo?

El Duelo es el proceso de pérdida por el que atravesamos todos en algún momento de nuestra vida. Pero es a través de perder, donde también ganamos algo: conocernos de verdad y desarrollar nuestra fuerza interior.

A la vez que perdemos, en el fondo ganamos. Porque será a través de caer y sentir la mayor debilidad de todas, donde algo nos sostendrá y nos hará resurgir. Quizá no de la misma manera del principio. Con más grietas. Pero siempre hay algo que consigue que podamos pegarnos de nuevo e intentar rearmar aquello que se había roto.


Existen dos tipos de duelo: el de las personas que viven y el de las personas que se van.

- Las personas que viven

¿Alguna vez tuvisteis que separaros de alguien de quién no habríais querido iros nunca?


Quizá todos tengamos una única respuesta.... Hay personas que llegan a nuestro mundo y lo revolucionan. Lo ponen patas arriba. Nos miran y en sus ojos podemos mantener una conversación sin necesidad de decir nada.

Puede ser la pareja, amigos, familiares... Vínculos que no se eligen, sino que se encuentran.

Personas que nos estaban esperando desde siempre.

¿Por qué nos duele tanto?

Nos duele tanto porque los vínculos y las conexiones de verdad van más allá de lo que vemos. Se salen de nuestro entendimiento. Nos hacen perder el control y multiplican el palpitar de nuestro corazón.

En algunas ocasiones, cuando la vida decide que desconozcamos a las personas que tanto conocíamos y que tanto nos aportaban a través de actos, palabras, gestos y que ya no nos aportan sino que nos hacen daño, es momento de irse. De alejarse. De guardar los recuerdos para que ya no pesen tanto en nosotros.

Decir adiós a una persona viva (un antiguo amor, un amigo de toda la vida, un familiar muy cercano...), tomar la decisión tú o el otro, es muy complicado. A la larga, es como quedarse vacío. Perder una mitad de ti. Porque el no entender el por qué o el para qué, hace mucho daño. Nos repetimos una y otra vez aquella frase de: "con lo que fuimos... con lo que compartimos. Y ahora, es como si no te conociera. Como si fueses un extraño. ¿Pero por qué? ¿Por qué?". Y mil veces por qué. Y esa pregunta es la que nos da mayor nostalgia. Nos somete a un bucle del que al final salimos. Pero a veces, con mucho esfuerzo.


El ser humano no soporta el "no entender". Porque hay una parte de nosotros que necesita mantener el control. Y cuando no se tiene, es cuando los cimientos se caen. Pero es por mera supervivencia. Es una reacción totalmente normal. Aunque vivirlo... No es agradable.

Decir adiós y empezar un duelo ante una persona viva, es uno de los más difíciles. Porque sabemos que el otro vive y sin embargo, ya no podemos alcanzarlo. No podemos tocarlo. No podemos hablar... Es tener que cortar un vínculo que en el fondo se creó para no romperse nunca...(Ana)

- Las personas que se van

Morir es ley de vida. Quién sabe si quizá iniciamos allí otra vida...


Cuando una persona se va y sabemos que no vamos a verla más, es uno de los grandes dolores existenciales. Lo que más nos apesadumbra y lo que le da el sentido a "echar de menos". Pero no cualquier echar de menos, sino ese con el que debemos aprender a vivir toda la vida. Ese que no sé si realmente se aprende o simplemente, se sobrelleva y se finge de cara a la galería, para sacarlo a relucir en nuestros momentos más íntimos o con las personas más cercanas.

Es una de las cosas más duras ante lo que nos tenemos que enfrentar. Cada uno lo vive en diferentes maneras en función de la intensidad de sus conexiones.

Puede pasar toda la vida y que se nos siga encogiendo el corazón cuando simplemente se piense en esas personas que ahora nos observan desde las estrellas. Es humano. Y es sano. Porque el dolor (no el sufrimiento) es lo que de verdad nos humaniza y nos hace recordar que hemos perdido, para que podamos entender que también ganamos.

"Lo valiente no es decir que no te has caído nunca, sino haberte caído mil veces para poder decir que te has levantado cien mil" (Ana)



Etapas del duelo: Negación, ira, negociación, depresión, aceptación (cabe destacar que todas las fases no tienen por qué darse en orden, ni tampoco darse en tiempo reciente. Cada persona es un mundo)


Lo que nos enseña el duelo

Realmente, cuando perdemos esos vínculos (algunos irreemplazables. Y es que no tienen que serlos) a la larga ganamos conocimiento interior. Saber dónde están nuestras debilidades para así después poder resurgir e identificar dónde están nuestras mayores fortalezas.

Pienso que el dolor nunca se va, sino que simplemente se adormece. Se aprende a vivir con él para que podemos recordar que una vez fuimos capaces de amar, de sentir, de conectar. Para que podamos recordar qué nos nos hizo ser, seres humanos.


El duelo es como un recuerdo constante de la gran fuerza interior que siempre nos acompaña, cuando tenemos que seguir viviendo con vínculos que quedan sin su otra mitad


Ana G.E. Robles ©

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