Ayer cuando salía del hospital, pasé por una zona que me gusta mucho y que me trae muy buenos recuerdos. Ese lugar es Alcalá.
Al caminar por allí y después de hacer algunas fotos, recordé que hace no mucho, iba cada semana con una sonrisa sin necesidad de pintármela en la cara. En concreto, tenía que ir al Teatro Alcázar. Teatro con trayectoria, leyenda e historia.
Pero yo no iba a interpretar ninguna obra, sino a construirla a partir de dejar que me la mostraran.
Hoy voy a hablar del Centro de Grafología Sandra Cerro que está unos pisos arriba del Teatro.
"Recuerdo la primera vez que llegué. Comencé subiendo las enormes escalinatas por mi particular temor a los ascensores. Y pensé: "no soy capaz de subírmelos enteros". ¿Donde llevará esto? ¿Me habré equivocado? Ay madre... ¡qué no llego!"
Bajé otra vez ante la negativa de subir aquellas escaleras que, a mi parecer, no tenían fin. Y me encontré con una mujer sobre la que pensé: "creo que va a ser compañera mía.."
Nada más vernos, con cierto nerviosismo y también extrañeza, me preguntó:
- ¿Vas al piso 6?
- Sí- respondí un tanto temblorosa
- ¿Vas a clases de Grafología?
- Síiiii
- Pues subimos juntas
-¡Qué alivio!- pensé
Nos dispusimos a entrar en un ascensor repleto de espejos que me recordaría un barco de tez antigua. Al principio me daba cierto respeto, pues era un tanto antiguo. Pero después he de decir que aprendí a disfrutarlo muchísimo, y ya nunca me dejé de subir en él.
Recuerdo entrar en una clase muy luminosa con mis dos patitos recién cumplidos. Todas las personas que ya estaban allí eran un tanto mayores que yo. Y he de decir que el corazón me dio un vuelco. Cuando nos fuimos presentando, fue como caminar por la cuerda floja por mi particular complejo de ser siempre la pequeña de los cursos. Y pensé: "otra vez estoy en el lugar equivocado... Quizá no voy a dar la talla. Tal vez debería haberme dado la vuelta. Todos tienen su madurez a cuestas y yo solo tengo 22 años...No sé si voy a estar a la altura..."
Y ahora, al recordar aquello, no puedo evitar sonreír y mirarlo con cierta ternura. Ya han pasado dos años, y sólo puedo decir esto: "Quién nos ayuda nos hace grandes, pero quien nos da la mano, en realidad lo que nos está mostrando es la grandeza que alberga en su interior".
Es mi particular homenaje, un año después, a un lugar que recuerdo y recordaré siempre con gran ternura y cariño. Ahí fue donde descubrí que las alas no tenían por qué derretirse cuando iniciamos el vuelo, sino desplegarse en toda su magnitud. Entré con mis letras contenidas y llenas de miedo después de que, literalmente, me apalearan. Pero un año después, salí de allí entendiendo que en la vida no todo el mundo apalea, sino que también sana.
En mis escritos del principio buscaba un recodo por el que tomar aire. Por el que encontrar Luz. Y un año después, creo que todas las mariposas que dormitan en aquel aula, se llevaron los ahogos que impedían que mis letras volaran libres.
(Las mariposas en diferentes culturas, son símbolo de transmutación y transformación, ya que con el aleteo, su movimiento puede hacernos transmutar la vida).
Esas mariposas, llegaron después de que los cimientos iniciales de aquel lugar se quemaran.
Pero no me resulta extraño que, con lo que significan las mariposas, ahora estén presentes en cada recodo del aula para demostrar, quizá de manera inconsciente, el significado de la resiliencia inherente que alberga este lugar. Resiliencia que también camina muy de cerca en el corazón de su dueña.
De alguna manera, es como si hubiese podido ver y vivir lo que tantos años tenía en la cabeza. ¡Lo que siempre soñé también yo! Como si me hubieran mostrado, desde allí arriba, que lo que sueñas es posible si construyes escaleras que te acerquen a tus sueños, dejando atrás tus miedos.
Esa es una de las mayores lecciones que me llevo de aquel lugar.
Aprendí mucho, pero sobre todo lo que me llevaré en mi mochila de aprendizajes para no olvidar nunca, es a no darme por vencida ante lo que verdaderamente me haga feliz. Ante lo que sea mi vocación".
A día de hoy sólo tengo palabras de agradecimiento hacia ella, pues los mejores consejos cuando más se necesitan y las mayores ayudas (incondicionales), las he recibido de su parte. Algo que agradeceré siempre.
Desde muy pequeña soñaba con tener un despacho -no sé si exactamente encima de un Teatro-, pero en un edificio antiguo, en el centro de Madrid, y con que mi consulta estuviera en un lugar blanco y luminoso. También soñaba con ser escritora, me encantaba la Literatura, y ahora me sigue fascinando. Me encanta el chocolate, las puestas de sol y la poesía. Me gusta lo que me hace elevar, lo que me haga mirar la vida con otros ojos, y la música que inspira. Me encantan los lugares tranquilos y aquellos que me evoquen introspección...
Aunque, sobre todo, me encantan las personas de alma noble y de gran corazón.
Recordaré tus clases siempre. Por todo lo que me aportaste en ellas, por lo que me aportas sin ellas, y por lo que sé, me aportarás con o sin ellas. Antes como mi Maestra. Y ahora, con mucho orgullo y gran cariño, como binomio de Maestra y Amiga.
Ojalá la vida te siga regalando aquello que sueñas, y seas siempre tan feliz como lo fui yo allí :)
Ana G.E. Robles ©
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